Caluga Jr.: «He hecho muchas cosas pero como mi papá no existe nadie»

“Yo abrí los ojos y me encontré con el circo. En mi familia, todos nacimos prácticamente en el circo, al igual que mis hijos. Somos una familia de payasos, partiendo por mi padre Abraham Lillo Machuca, el gran “Tony Caluga”, dice Caluga Jr. A sus 68 años, seis hijos y una vida en el ruedo, también traspasa vida y sus saberes a las nuevas generaciones. Tiene sus raíces en la historia del circo y el país, pero lo hace mirando el futuro, acaba de tener funciones en el Teatro Caupolicán y aprecia el trabajo y belleza del nuevo circo hasta para pensar que podrían trabajar en conjunto.

Por Rodrigo Chacón.
Fotos: Esteban Garay

Don Abraham Lillo, más conocido en el mundo circense como el “Caluga Junior” cita esta entrevista en un amplio sitio en medio del tradicional sector frente a la iglesia de Lourdes en Quinta Normal y las incipientes construcciones de edificios nuevos que comienzan a emerger en la zona. Pero tras un gran portón se abre un mundo propio, diferente, lleno de casas rodantes que cobijan a los miembros del clan heredero del gran Tony Caluga.

Es el hogar de Caluga Jr, el emblemático tony que en los ochenta conocimos en el centro de los mejores espectáculos de circo, pero también a diario en los televisores que a medio día sintonizaban “El Festival de la Una” o cada domingo en el “Dingolondango”, ambos animados por el legendario Enrique Maluenda.

Fue en este último espacio de entretención donde se inició y cuenta que el día de su estreno, sus colegas que debían acompañarlo en la rutina no alcanzaron a llegar y debió salir ante las cámaras solo. “Don Enrique Maluenda para mí era un monstruo de la TV, me vio acongojado por la situación y me dijo con su voz tan particular que me relaje, que él me ayudaría y que no me preocupara por la gente del público. Que hiciera cuenta que estaba en el circo. Me explicó el uso de las cámaras y dijo que detrás de ellas miles de personas estarían riéndose”, recuerda Abraham Lillo con cariño. Con el tiempo vendría su incursión en el espacio “Afírmese usted compadre” del Festival de la Una y con ello el reconocimiento popular. Para él, la TV fue un juego porque lo suyo era la carpa, el camarín, las giras y el aplauso del respetable público.

Así parte la charla con uno de los personajes más queridos y recordados del circo tradicional chileno. Recibe a Revista Saberes de Circo en el corazón de su hogar, una casa rodante de apenas un par de metros cuadrados, acondicionada con todas las comodidades modernas, pero en espacio reducido. El particular inmueble está rodeado de otras casas similares que cobijan a sus hijos y nietos, el Clan Caluga.

Inevitable recordar a su padre, que en julio de 1997 falleció dejando un importante legado artístico e histórico del que se hace cargo él y que traspasa a sus descendientes que hoy también son parte del circo y de la posta generacional que teje la trama de la historia de este arte en Chile.

Abraham Lillo Machuca, el gran tony Caluga. (Foto gentileza de Abraham Lillo).

¿Cuántos años lleva en el circo don Abraham?

-Yo abrí los ojos y me encontré con el circo… En mi familia prácticamente todos nacimos en una carpa. Somos una familia de payasos, partiendo por mi padre Abraham Lillo Machuca, el gran “Tony Caluga”. De ahí parte la historia. Tengo seis hijos, cinco hombres y una mujer”

¿Todos payasos?

-Sí, todos payasos… bueno yo digo payasos, ya que la palabra se ha transformado en un genérico, pero en nuestro léxico no es así. La gente ve a una persona maquillada como tal y dicen que son payasos pero no todos lo son. Porque por ejemplo mi padre no era payaso…él era tony.

¿Cuéntenos la diferencia?

-La gran diferencia es que la palabra “clown” en inglés es “payaso”. Y clown, era aquel personaje de cara blanca, trajes luminosos, el circunspecto, el culto, el de buen dialecto y en definitiva el personaje serio del cuento. El otro personaje era el tony, es decir el zafarrancho, el desordenado y el que le arruinaba todo al payaso. Esa era la figura que todavía existe, y que se dio también en Chile en la época de mi padre. Con el tiempo fue cambiando todo.

¿Qué ha cambiado?

-Antes era común que en cada circo existieran como mínimo cinco a ocho payasos y hoy con un payaso o un tony sacan la función. Yo no sé cómo llamarles a ellos no sé si son payasos o tony es como un mimo que hace cosas con el público para complementarse con ellos.

Me imagino que usted parte desde muy pequeño heredando este oficio.

-Justamente. Yo tuve la oportunidad de estudiar humanidades y terminando ese proceso me dieron a elegir entre el circo y la universidad. Pero yo estaba deslumbrado con esto y opté por el circo. Mi papá me dijo “ok”, pero esta también  es una universidad… la universidad del circo. Tienes que aprender de todo y hacer de todo también. Desde niño siempre fui cercano a esto ya que mi papá me llevaba a todos lados con él.

¿Y su mamá qué le decía?

-Ella adiestraba perritos en el circo, pero quería que aprendiera a tocar acordeón. Ella hizo que fuera músico y como era un niño medio prodigio que tocaba el acordeón me fui metiendo poco a poco con otras rutinas musicales también. Yo participaba en ese tiempo en las funciones del Circo Águilas Humanas…pero el verdadero, el tradicional. Ahora hay mucha cantidad de “Águilas Humanas” dando vueltas por Chile pero ninguno es lo que fue esa primera etapa. Entonces en ese tiempo como niño me fui metiendo en este mundo y rozándome con grandes estrellas de la época.

Antes era septiembre el gran mes de los circos.

-Claro, era el mes de la parada militar, de los volantines, de arreglar bonitas las casas y también del circo que era un lugar obligado en la tradición familiar chilena. Era normal ir al Teatro Caupolicán a ver el circo Águilas Humanas. A los niños nos vestían de forma especial con ternos los hombres y vestiditos las niñitas. Era otro tiempo no había nadie chocando con los postes o los árboles producto del celular (ríe).

¿Y cómo fue en esos tiempos ser el hijo del Tony Caluga?

-Bueno al principio todo muy bien, ya que era un niño, pero cuando entré a la adolescencia, como que no me gustaba mucho que se supiera que yo era hijo del Tony Caluga…

Yo nunca haré un Soleil, porque tengo mis raíces y no quiero perderlas, que se me meta otra cultura y que sea parte de la mía. Yo respeto a Soleil y ellos seguro hacen lo mismo. A mí me encanta el espectáculo de ellos, siento que es un teatro vivo, pero las dos veces que he ido me he quedado dormido.
¿Y eso por qué?

-Porque me daba vergüenza que mi papá fuera tony. En ese tiempo ya existía eso del bullying. Pero después cuando empecé a ver el desfile de estrellas que llegaban al circo de mi padre, me viene con más fuerza las ganas de trabajar en el circo. Hice muchas cosas, pero por ejemplo de gimnasta no sabía nada, con suerte me daba una vuelta de carnero. Tenía nociones de acordeón solamente y poco a poco fui tocando más instrumentos y como la batería, la trompeta, el trombón, el saxo y me terminé integrando al circo como músico gracias a que estudié becado en la U. de Chile.

Era un multi instrumentista.

-Pero me costaba la interpretación, yo podía solfear perfecto, conozco todo el pentagrama y se agudizó mucho mi oído, pero a la hora de interpretar con el instrumento no me salía. En fin, luego fui trapecista… fui el tercer trapecista chileno. Primero estaba don Ignacio Valencia, luego Carlitos Cárdenas y después venía yo. Hasta que me caí y dije… ¡no más!

¿Se siente un formador de payasos o de tonys?

-No soy un formador, pero sí me considero un referente. Eso me enorgullece bastante porque la juventud de ahora, -lo veo en mis hijos y esta generación- todos querían ser “Caluguita” por el hecho que era gracioso, era músico e hice muchas cosas en TV. Yo abrí puertas en la TV a mis compañeros de circo y los niños querían seguir ese ejemplo.

¿Pero eso mismo significaba tal vez ir formando nuevos artistas?

-Es que bastaba que ellos miraran lo que yo hacía y observaran las rutinas para ir aprendiendo. Lo que mis hijos y mis nietos han aprendido es porque me han visto trabajar y lo han ido haciendo poco a poco a mi lado.

¿Su papá le enseñó a usted?

-No, mi papá tampoco me enseñó directamente, pero yo al verlo trabajar lo imitaba y sin querer iba viendo en él a un referente a seguir. Lo mismo pasa ahora.

¿Y llega gente a pedirle consejos?

-Sí, llega mucha gente pero en esa parte uno se pone más cuidadoso, ya que tuvimos una experiencia bastante triste.

¿Qué pasó?

-Un señor nos estafó cuando se hizo aquello de “Las 7 vidas del Tony Caluga”. Como familia estábamos viviendo momentos críticos y nos habíamos entusiasmado mucho. Finalmente se nos dio el portazo en la cara. No tan sólo a mí, sino que también a mi padre. Y eso fue lo que más me dolió. Era un espectáculo como La Negra Ester, pero allí al señor Parra le dieron el porcentaje que le correspondía en su momento. Acá sucedió lo contrario y nos desconocieron absolutamente. Por eso nos sentimos estafados. Afortunadamente mi papá era bien ordenado en todo y tenía registrada la marca “Tony Caluga” y ese personaje que nos estafó ya no puede hacer más ese espectáculo utilizando su nombre. Debe tener nuestro consentimiento.

Y debido a eso usted ahora toma distancia

-Claro, es que uno se pone reticente. Hay gente que ha llegado al lado mío con más de algún proyecto, pero yo les pongo este ejemplo y la cosa se frena.

Tony Caluga Jr.

CIRCO DE ANTES Y DE HOY

¿En qué se encuentra hoy?

-Bueno yo trabajo con mis hijos… a la tele no voy porque a los productores no le interesan los viejos. Pero cuando vamos a eventos o cuando hacemos circo, trabajo con mi gente y se produce el mismo efecto de antes. Hoy ya cambié mi parte humorística. Antes te decía que era el tony, pero ahora me cambié y las oficio de clown. Igual toco instrumentos con ellos y hacemos rutinas preciosas y sobre todo en época de circo como ahora en septiembre.

¿Y cómo encuentra usted el circo de antaño al circo de hoy?

-Antes era más romántico, había un respeto además por el artista que era único. No te digo que ahora ese respeto no existe, pero en aquellos tiempos era más. Había un compañerismo a toda prueba. No había estas casas rodantes gringas donde tienes de todo. Antes se vivía todo en los camarines. El velador era un cajón manzanero, la cama era un catre de campaña, la lluvia se pasaba toda y había que poner plástico. Y como antes el plástico era difícil de encontrar, las carpas se impermeabilizaban con cera y pintura. Así capeábamos el agüita. Eran otros tiempos y era parte de nuestra vida y parte de lo que significaba ser artista de circo.

¿Y hoy cómo se ve la cosa?

-Bueno, empezaron a llegar los circos mexicanos con esas carpas tremendas y bonitas y la tarea desde ese momento fue tratar de acceder a ello. Antes no era como ahora que se pueden obtener préstamos para comprar buenas carpas. Antiguamente era así nomás. Hoy estructuralmente, los circos están preciosos.

¿Cómo siente usted que la gente percibe su trabajo a través de los años?

-Yo estoy agradecido de la gente porque siempre me han tratado con mucho cariño tanto a mí como a mi familia. Desde mi padre hasta mis hijos, la gente nos quiere.

¿Lo reconocen en la calle?

-Sí, ya no como antes, pero siempre alguien me recuerda por ahí. Un día iba en el metro y noté que una persona me miraba de reojo. Yo pienso ¿cómo es posible que me reconozcan si hace tanto tiempo que dejé de salir en televisión? Y me pasa siempre que me quedan mirando y luego no falta el que se atreve y me pregunta “¿usted es?” y yo le digo “sí soy yo el mismo”… Venga déjeme darle un abrazo! Me respondieron un día.

 

 

¿Qué más le queda por hacer?

-Guiar a mis nietos que van creciendo. Ya partió uno. Lo que pasa es que yo quiero que estudien y después se vengan al circo.

¿Y viajar?

-Es que de alguna manera ya lo hice. Tuve una experiencia maravillosa con mis hijos en Los Ángeles, Estados Unidos. Debutamos y éramos los únicos tonys que estábamos en ese espectáculos y la gente reía mucho con nosotros. Además enviaban a payasos de otros circos a observar nuestra rutina para entender cómo lográbamos hacer reír al público. También recuerdo que les parecía extraño, pero muy interesante nuestro maquillaje.

¿Sigue teniendo contacto con sus colegas de antaño?

-Sí, el compañerismo sigue igual pero hay que reconocer que este aparatito (toma su celular) te aparta de los que están cerca y te acerca a los que están más lejos. Yo con mis amigos estamos en contacto por algunas redes sociales, pero ya no es como antes. Antes nos juntábamos en la Plaza Santiago donde se hacían los contratos, después se tomaban sus cervecitas y era una cosa de lunes a viernes. Ahora con este aparato todo cambió. Nos juntamos cada vez que coincidimos en alguna compañía.

Usted siempre quiso ser como su papá. ¿Siente que lo logró?

-He hecho muchas cosas, pero como mi papá ninguno. Mi papá fue único como persona y como artista.

¿Cómo era el Tony Caluga?

-Una persona muy transparente y muy orgulloso de él, de haberse arrancado de la casa cuando era un cabro chico, de haber lustrado zapatos, de vender diarios, de ser un pelusa de la calle, etcétera. Al circo llegó por una circunstancia de la vida, porque tenía talento. Mi papá siempre andaba contando chistes, era muy juguetón y con la risa a flor de labios. Él le hacía gracia a sus amigos y un día lo vio un empresario que lo invitó para contar chistes a una fiesta del sindicato de suplementeros. Les gustó a todos y lo aplaudieron, porque tenía una facilidad tremenda para hacer reír.. Entre los invitados estaba don Manuel Sánchez un artista circense que hacía bicicleta acrobática. Invitó a mi padre a ser tony y él aceptó inmediatamente. Se llamaba el “Tony Machuquita”. Con el tiempo lo ve don Enrique Venturino Soto y lo contrata para el circo Águilas Humanas en el teatro Caupolicán de Santiago. Allí comenzó todo. Pasaron los días, y una vez mi papá vio a un niño vendiendo calugas y se le ocurrió cambiarse el nombre. Desde ese momento se puso el “Tony Caluga”.

¿Qué opina del nuevo circo?

-Son puestas en escena preciosas, muy lindas. Yo en lo personal soy fanático de la tradición de mi país y no quiero que eso se pierda. Yo nunca haré un Soleil, porque tengo mis raíces y no quiero perderlas, no quiero que se meta otra cultura y que sea parte de la mía. Yo respeto a Soleil y me encanta el espectáculo que presentan, porque veo en su espectáculo un teatro vivo… pero las dos veces que he ido me he quedado dormido también.

¿Por qué?

-Porque es tanta la perfección y me pregunto ¿cuál es la emoción, si todo es tan perfecto? Para mí el circo debe pasear al espectador por las emociones. Te debe llevar de la emoción a la angustia y la risa. Yo nací con eso y gracias a Dios lo mantengo.

Me imagino que sus colegas también…

-No lo sé, otros colegas quieren sacar cosas del Soleil con pocos recursos y meterlo al circo tradicional y eso no es lo mismo. La copia es el talento de los mediocres. Se puede hacer otras cosas, se puede inventar otras cosas en base a lo nuestro. Yo alabo al nuevo circo, pero son como diamantes en bruto. Son cabros que vienen con un buen talento pero les falta la otra pata como para llegar al otro lado. Yo tenía un cabro que se llamaba Rodi, lo vimos en una esquina con sus trompitas haciendo sus cositas, ganando su plata como muchos ahora lo hacen. Ellos son los saltimbanqui… hacen algo re cómodo que es estar unas horas en un lugar, se ganan sus buenas lucas y se van a la casa. Esas son cosas que los cabros no captan. Claro, tal vez ganarán si se fueran al circo tradicional ganarán menos, pero estarán en una pista, en un escenario, con un número de circo, y eso no lo tiene cualquiera.

¿Y qué pasó con Rodi?

-Rodi llegó con su numerito, y le encantaron los aplausos, el acto, la recepción del público y esa emoción que significaba. El chico vio eso y le encantó. Nosotros le ayudamos, le enseñamos algunos secretos “párate así, párate acá” y él aprendió mucho. Lo convertimos en dos años de trabajo con él, luego se ganó un contrato en un crucero y creo que ahora está en China con sus trompos. Hay otra chiquilla en tela que llegó a otro circo y la perfeccionaron y ahora ha ganado festivales en Cuba y creo que esta viviendo en Francia.

¿Y qué conclusión saca?

-Que si hubiera una conjugación entre los que hace el Nuevo Circo y nosotros, perfeccionar a los cabros y por ejemplo yo hacerme cargo de ponerlos en algún espectáculo, etcétera, ¿qué pasaría? Que los chiquillos jóvenes vendrían al circo tradicional nacidos de una nueva técnica, con una renovación. Ese complemento daría más alternativas, porque dos cabezas piensan más ¿no crees?

¿Y se podrá hacer?

-Ahora…eso tendría que ser algo amigable porque nosotros somos medios reticentes por cosas que pasan como por ejemplo lo que te mencioné antes con lo de la obra “Las 7 vidas del Tony Caluga” donde nos estafaron. Pero también existen varios de mis colegas  que son cerrados y para ellos los otros son afuerinos y son del pensamiento de que “cómo van a entrar al circo tradicional los afuerinos”. Yo peleo con ellos porque por ejemplo mi padre también era afuerino y no pertenecía al circo y mira en lo que se transformó.

O sea, ¿la unión haría la fuerza?

-Pero claro, si se unieran por ejemplo las ideas del Circo del Mundo, con las ideas de nosotros y se postulara a un proyecto en conjunto se podría hacer una gran fuerza y en vez de un Circo du Soleil, tendríamos una especie de “gran circo Chileneil”.

El café acaba, las horas pasan y el “Tony Caluga” debe seguir planificando sus eventos de septiembre junto a sus hijos. El grupo familiar casi completo se dedicará un año más a hacer reír a grandes y chicos con rutinas que no pasan de moda y que cada vez que las muestra, vuelven a cobrar vigencia. Esa misma que creó el desaparecido Tony Caluga cuando decidió ser parte de la historia de nuestro circo.

 

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