Tres caras del payaso chileno
Una familia de tonys, un excéntrico y un mimo
Por Ramon Bech
El presente artículo ilustra tres realidades distintas del arte del payaso chileno o lo que es lo mismo, tres maneras distintas de hacer reír al prójimo. La primera es la historia de Los Caluga, la más ilustre y prolífica dinastía de tonys chileno, cuya actividad se ha centrado en los circos tradicionales.
Juan Carlos Muñoz Navarro, Baltabarín, ha sido el primer excéntrico chileno en trabajar en un espectáculo de Cirque du Soleil, Totem. Compagina su actividad interpretativa con la creación y dirección de sus propios espectáculos así como la formación de clowns. Rodolfo Alejandro Meneses Olivares, Tuga, es un mimo con personalidad propia que ha hecho de la calle su escenario habitual.
Este artículo está dedicado a la memoria de mi amigo y gran historiador mexicano Julio Revolledo Cárdenas, recientemente fallecido.
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Una familia de tonys: Los Caluga
Abraham Lillo Machuca, más conocido como el Tony Caluga, el payaso chileno más popular y querido, nació el 6 de enero de 1916 en Sierra Gorda, Antofagasta. Su importancia es tal que el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, a través del gobierno de Chile, entrega, desde 2017, el premio Tony Caluga como un reconocimiento a la trayectoria circense de los artistas circenses nacionales más destacados.
Su vocación como payaso despertó a temprana edad y con tan solo 9 años decidió enrolarse en un circo. Su primer nombre de payaso fue Machuquita, diminutivo de su segundo apellido, que cambió en 1931 por el de Tony Caluga, nombre de un caramelo llamado Caluga que se vendía a peso por todas partes.
Después de trabajar en el Circo de los Hermanos Corales llegó al de Las Águilas Humanas de don Enrique Venturino, donde compartió pista con el renombrado clown Pollito Pérez. Se casó con María Teresa San Martín (20/09/1927-17/11/1980), una domadora de perros, con la que tuvo tres hijos: Abraham, Enriqueta y Juana.
Abraham fue el único de los tres hermanos que siguió los pasos de su progenitor. Juana trabajó de joven como contorsionista y malabarista mientras que Enriqueta abandonó la vida circense. Caluga jr. debutó en Buenos Aires en la pista del Circo de los Hermanos Stevanovic. Por aquel entonces los niños no podían trabajar pero era tanta su ilusión que su padre convenció a un enanito para que su hijo le sustituye. Una vez finalizada la estancia en Argentina regresaron a Chile, enrolándose en el Circo de Las Águilas Humanas, donde Caluga jr. se integró como payaso. Allí formó un dúo con Cumparsita, destacando en el apartado musical como acordeonista acompañado por su compañero con las botellas.
Tony Caluga quiso sacar rédito de su popularidad creando su propio establecimiento ambulante. El Circo del Tony Caluga supuso un nuevo reto para padre e hijo. El primero tuvo que compaginar su trabajo como artista con el de empresario, llegando a presidir el Sindicato Circense de Chile. Bajo su mandato se aprobó la Ley de previsión para los artistas circenses. Caluga jr., por su parte, también tuvo que afrontar un doble desafío: a la responsabilidad de estar a la altura de su progenitor se unió la presión de ser el hijo del dueño. El sueño de convertirse en un gran artista le despertó las ansias por aprender de quien pudiera enseñarle. Un circo dotado con una orquesta formada por una veintena de músicos era una oportunidad única para continuar con su formación musical. Así fue como, entre otros instrumentos, aprendió a tocar la trompeta, el trombón, la batería, el bajo y los teclados. Incapaz de leer un pentagrama desarrolló una extraordinaria habilidad para tocar de oído. La renovación anual del elenco no hacía sino favorecer su aprendizaje. Entre otros, aprendió los trapecios volantes con los Valencia y perfeccionó su comicidad junto a Chaguito y Tintolio –hijos del payaso Choricito–.
Tony Caluga, sabedor de la importancia de la comicidad en un espectáculo circense, armó en 1968 el Circo de los 20 Payasos, con el que recorrió Perú, regresando posteriormente a Chile. Todo ello aceleró el aprendizaje de Caluga jr., quien formó pareja musical con el payaso Finito, especialista de los tubos musicales, y posteriormente trabajó en el formato de trío con el excéntrico musical Tomás Corales y su esposa. En 1970 decidió valerse por sí mismo, presentándose en solitario como payaso musical tocando los cascabeles. Al mismo tiempo continuó perfeccionando su habilidad en los trapecios volantes hasta que una caída provocó el abandono de esta especialidad.
El destino quiso que el productor Jorge Pedreros se cruzara en el camino de Caluga jr., abriéndole las puertas de la televisión chilena con Dingolondango. Pero no sería hasta 1979 cuando se convertiría en una estrella televisiva gracias a sus apariciones en el Festival de la Una. Caluga jr. exprimió tanto como pudo el tirón televisivo y no fue hasta 1987 que volvió al mundo del circo, marchándose al extranjero para trabajar en establecimientos como el Magic Circus de Puerto Rico.
El Circo del Tony Caluga fue el último circo chileno que cerró durante la época de la dictadura de Pinochet. El cese de su actividad fue debido a la tristeza que embargó al payaso después de enviudar. Pasaron más de treinta años hasta que su nieto Gigio decidió reabrirlo en 2010.
Las vivencias del patriarca se convirtieron, en 1994, gracias al dramaturgo y director Andrés del Bosque, en una exitosa obra teatral: Las siete vidas del Tony Caluga. Abraham Lillo Machuca falleció pocos años después a los 81 años de edad.
La tercera generación de los Caluga está formada por los hijos de Abraham Lillo San Martín (06/01/1949), y su esposa Gloria Ahumada (10/02/1953):
- Moñito Caluga (María Ester, 24/10/1973)
· Gigio Caluga (Abraham, 19/09/1974)
· Cototito Caluga (Guillermo Carlos, 11/12/1975)
· Candy Caluga(Alexis Erik, 22/02/1978)
· Microbio Caluga (Sebastián Enrique, 13/04/1984)
· Filito Caluga (Benjamín Edwards Felipe, 12/08/1988)
La primogénita fue bautizada artísticamente como Moñito, nombre de payaso de Carlos Ahumada, padre de la esposa de Caluga junior. Abraham debe su nombre artístico en honor a Topo Gigio, un ratoncito que protagonizaba una programa televisivo que apareció en distintos canales de televisión chilenos. Cototito se llamó así porque este fue el primer nombre de payaso utilizado por Caluga jr. El nombre artístico de Candy Palomar fue idea del Tata Caprario, inspirado en la idea de que candy era por aquel entonces un pequeño dulce de caramelo. Cuando Alexis creció sustituyó el apelativo Palomar por Caluga. Fue el trapecista Collo quien puso a Sebastián Enrique Lillo Ahumada el nombre artístico de Microbio porque era un niño muy travieso que contagia su espíritu inquieto y transgresor a sus amigos para que le secundaran en sus gamberradas. El primer nombre artístico de Benjamín fue Micromachín. Cuando debutó apresuradamente para sustituir a Microbio, en el Circo de los Mazzini, pasó a llamarse Filito porque es alto y delgado como unas patatas fritas que se comercializaban en su infancia.
Moñito, además de presentar su acto de círculo aéreo, ha sido la encargada de sustituir a sus hermanos cuando uno de ellos estaba enfermo: salía a la pista caracterizada como payaso con atuendos masculinos y al final su padre desvelaba al público que en realidad era una mujer. Actualmente es la encargada de la venta de fotografías del Circo Tony Caluga dirigido por su hermano Gigio, quien durante muchos años fue el payaso estrella del Circo Hermanos Fuentes Gasca. Después de especializarse como técnico de sonido decidió convertirse en empresario.
Cototito debutó a los 9 años en un gimnasio junto a su primo Antonio Cárdenas, el payaso Choricito jr. Cototito formó duo tres años después con su hermano Candy. Ambos actuaban en fiestas infantiles, cumpleaños y eventos sociales de todo tipo hasta que cinco años después debutaron por las Fiestas Patrias de Santiago de Chile en la pista del Circo Águilas Humanas. Allí formaron cuarteto junto a su hermano Gigio y su papá Caluga jr. En el elenco figuraba su abuelo junto a otros payasos como Coligue, Pepito, Carchiya, Varilla y Polilla.
Las ganas de Candy de tener nuevas experiencias como payaso le llevaron a independizarse, abandonando el núcleo familiar para trasladarse a Venezuela, ingresando, en octubre de 1998, en el Circo de los Valentinos, de don Juventino Fuentes, donde permaneció durante siete años.
Alexis y su esposa Cinthia Karina Vázquez Barajas (22/12/1986) crearon, en 2014, un duo de payasos mixto: Cinky y Candy Caluga. Ambos iniciaron su actividad en las fiestas infantiles mexicanas, tarea que compaginaron con apariciones en circos como Atayde y el Circo de las Estrellas de los hermanos Medina Fuentes.
Microbio Caluga debutó profesionalmente, a los quince años de edad, junto a su papá y su hermano Gigio, en la pista del Circo Las Águilas Humanas. El reto era importante para él puesto que además de intervenir en la parte musical, asumió el papel principal, dirigiendo El amigo de él, una de las clásicas rutinas popularizadas por su familia. Ese mismo año fue premiado por el Sindicato de Artistas Circenses de Chile como mejor payaso de su generación.
En 2010, el gobierno de Chile, mediante el Consejo De Cultura y Las Artes, decidió llevar por primera y única vez un circo a la Polinesia. Se realizó un casting en el que Microbio y Cototito fueron seleccionados para integrar el elenco de artistas circenses que se presentó durante tres días en la Isla De Pascua.
2013 supone un punto de inflexión en la carrera del Clan Caluga: por primera vez en su historia trabajan en Europa. Cototito, Candy, Microbio y Filito participan en la segunda edición del Festival Internacional de Circo Elefante de Oro —Ciudad de Figueres—. Su comicidad cautivó tanto a los espectadores como a la crítica y al jurado, siendo galardonados con cuatro premios especiales: Totó, Rosgocyrk, Cirque Medrano y el del Festival Internacional de Circo Ciudad de Latina. A su regreso a Chile aparecen en el programa de televisión Hazme Reír, que acrecienta, aún más, su enorme popularidad por todo el país.
El mismo cuarteto que triunfó en el Festival de Figueres volvió a Cataluña por las navidades de 2014 como grandes estrellas del Gran Circ de Nadal de Girona sobre gel, una producción de Circus Arts Foundation en la que los Caluga actuaron sobre el hielo sin necesitar de usar ninguna alfombra. Posteriormente regresaron a España adoptando el formato de trio, en combinaciones de los tres hermanos o bien incorporando alguno de los hijos de Cototito. Las distintas formaciones de los Caluga fueron cabeza de cartel de la temporada navideña del Circo Wonderland en Valencia (2015-2016, 2017-2018 y 2018-2019) así como en la veraniega del Circo Quimera en Santander (2018).
El humor del Clan Caluga es blanco, carente de connotaciones vulgares, manteniendo viva la esencia del payaso. Representan sus personajes con total naturalidad, dando la impresión que hacen reír sin esfuerzo alguno gracias a su talento innato, reforzado por años de ensayo y aprendizaje: todos ellos llevan el arte del payaso en su ADN. La creatividad del Clan Caluga les permite innovar creando nuevas rutinas y renovar las que forman parte del repertorio tradicional, dándole su inconfundible toque caluguiano.
Los Caluga poseen un sexto sentido que les permite adaptarse a cualquier circunstancia, siendo capaces de salirse del guión para improvisar cuando se presenta la posibilidad de hacer comicidad de una situación inesperada. Los hermanos Caluga han trabajado en todos los formatos posibles: en solitario, dúo, trío, cuarteto y quinteto, bien sea acompañado por su padre, hermanos, hijos, sobrinos o junto a otros payasos ajenos al clan familiar.
La cuarta generación de esta dinastía de tonys está formada por dos hijos de Cototito
—Kaluguin Caluga (Erik, 19/10/1999) y Caluguita Caluga (Guillermo, 04/09/2001). Con ellos la continuidad del clan familiar está más que asegurada.
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Un excéntrico: Juan Carlos Muñoz Navarro, Baltabarín
Juan Carlos Muñoz Navarro nació el 13 de enero de 1983 en Santiago de Chile. Su padre era propietario y administrador de varios centros psiquiátricos, mientras que su madre —pese a tener los estudios de infermería— decidió dedicarse en cuerpo y alma a sus tres hijos. El interés de Juan Carlos por la interpretación empieza a temprana edad: a los cuatro años se subió por primera vez al escenario de su escuela. Le gustaba ser el centro de atención, circunstancia que no pasó desapercibida por sus profesores, quienes le convertieron en el protagonista de las distintas obras teatrales que se representaban en las escuelas por las que pasó. Sus padres le cambiaron varias ocasiones de centro educativo porque Juan Carlos no se adaptaba a ninguno. Era un niño inquieto, hiperactivo y altamente competitivo al que le encantaba participar en los campeonatos de natación. En la escuela le costaba prestar atención a las explicaciones de los maestros y tenía problemas para concentrarse en las tareas que le encomendaban.
Cualquier cosa le distraía, le costaba horrores controlar sus impulsos y permanecer sentado frente a un pupitre. Nadie se sorprendió cuando los médicos le diagnosticaron un severo déficit atencional. Sus progenitores empezaron a preocuparse cuando comprobaron que ningún medicamento ni tratamiento funcionaba. El remedio a todos sus males llegó por casualidad, cuando a los doce años descubrió los malabares, convirtiéndose en una obsesión positiva. La precisión necesaria para lanzar objetos al aire y recogerlos sin que cayesen al suelo, hizo que aquel niño distraído fuera capaz de estar concentrado unas once horas seguidas. Los progresos como malabarista autodidacta potenciaron su autoestima hasta el punto que, casi sin casi darse cuenta, lo convirtió en su primer oficio.
Era un adolescente todavía cuando ingresó en una compañía de circo contemporáneo, pero esta primera experiencia no le aportó lo que él esperaba como artista. A los quince años hizo su primera actuación en solitario: una fiesta de la facultad de psicologia de la Universidad de Chile. La misma se celebró en un recinto que contaba con dos escenarios. Su misión era complicada: atraer la atención de los espectadores que se agolpaban alrededor del otro
escenario.
El objetivo era complicado puesto que su personaje era mudo y no disponía de muchos recursos escénicos más allá de hacer malabares con antorchas y mazas. Antes de empezar la actuación habló con un técnico de iluminación para que le enfocara con un círculo de luz. Estaba hecho un manojo de nervios, circunstancia que se agravó al comprobar que el iluminador enfocó lejos de donde él estaba. Cuando Juan Carlos fue hacia la luz el iluminador volvió a cambiarla de sitio, sin hacerlo adrede, iniciando un juego que generó las risas de algunos espectadores y estas atrajeron a una gran cantidad de público que dejaron de presenciar la actuación del otro escenario. Así fue como a partir de una situación errónea e inesperada surgió un gag recurrente.
A los 16 años ingresó en Diábolo del Circo —una compañía itinerante italiana— con la que viajó por algunos países sudamericanos. De vuelta a Chile cursó dos años de estudios en la Escuela de La Mancha de Santiago, dirigida por Rodrigo Malbrán, un discípulo aventajado de Lecoq, quien le introdujo en el método creado por éste. Al mismo tiempo estudió dirección teatral y tomó clases de clown con Luisa Gaillard, quien le influyó en la creación de un excéntrico al que bautizó como Baltabarín. Este personaje es un ser lleno de miedos y prejuicios, un coleccionista de fracasos que se burla de sí mismo. Baltabarín construye su futuro a partir del presente, superando siempre todos los fracasos que experimenta. Su personaje está influenciado por Charlie Chaplin, Buster Keaton, Harold Lloyd y Mr Bean, por quienes profesa una gran admiración. Otra de sus fuentes de inspiración fueron los pacientes de su padre, de los que aprendió observándolos con respeto.
Cuando cumplió los 18 años su família ya había asumido que el futuro de Juan Carlos no pasaba por cursar una carrera universitaria sino por abrirse camino en el mundo de la farándula. En Chile no existía ninguna escuela de circo contemporáneo, por lo que hizo las maletas y viajó a España para formarse en las escuelas Rogelio Rivel de Barcelona y Carampa de Madrid. Poco después empezó a viajar por Europa actuando en festivales amateurs de calle.
En 2002 acudió a la Feria de Teatro de Tárrega, sorprendiéndole la actuación de un personaje serio, que sin apenas moverse y con planteamientos sencillos, conseguía atraer la atención de un numeroso público. Al observarlo de cerca se percató de que ese artista utilizaba el método Lecoq, despertándole el interés por aprenderlo. Pronto se trasladó a París para cursar estudios en la prestigiosa Escuela de Teatro de Jacques Lecoq. Su paso por este centro significó un antes y un después en su formación. Allí encontró algo que hacía tiempo que llevaba buscando: la técnica para transmitir las emociones que sentía y conocimientos técnicos sobre dirección teatral. Descubrió que la intuición se potenciaba con el aprendizaje de un método de trabajo que ahondara en los pequeños detalles. Tomó conciencia que la mejora de su nivel pasaba por dedicar más tiempo a los ensayos, llegando a practicar hasta diecisiete horas al día. Una vez finalizados sus estudios de dos años pasó a formar parte de la compañía teatral de Lecoq. Un bienio después se vio preparado para dar un nuevo impulso a su carrera. Así al sueño de convertirse en actor y clown sumó dos más: crear y dirigir sus obras. Fue entonces cuando se convirtió en director creativo y clown de los espectáculos de la cadena hotelera Iberostar en Palma de Mallorca.
Había sido contratado por algunos festivales de circo contemporáneo y de clown en Italia. El primer día que actuó en la calle durante el Festival de teatro de Verona experimentó una de las mayores frustraciones de su vida: la mayoría de la gente pasaba de largo al verle y los pocos que se detenían se marchaban pocos instantes después. El fracaso fue estrepitoso: estaba tan desmoralizado y desconcertado que pensó en tirar la toalla y regresar a casa. Un chico se acercó a consolarle, aconsejándole que su libertad pasaba por desprenderse de la nariz roja. Juan Carlos captó el mensaje: los italianos asociaban la nariz roja con un personaje infantil al que no debían prestar atención, puesto que por aquel entonces el circo tradicional atravesaba por una crisis de identidad que había alejado a mucha gente de los circos. La nariz roja, además, se contradecía con la esencia del personaje excéntrico que Juan Carlos representaba, por lo que decidió quitársela. Así fue como, en lugar de repetir el planteamiento del día anterior, confió en la inspiración del momento para improvisar y decidir sobre la marcha qué hacer. Se compró un algodón de azúcar, se sentó en el escenario y empezó a comerlo. Para alegría suya la gente se detenía a contemplarlo y reía. La clave del triunfo es un gran misterio: preparas algo con esmero e ilusión y fracasas, haces lo primero que se te pasa por la cabeza y triunfas. ¿Dónde está el secreto? se preguntó. La calle ha sido para Juan Carlos una gran escuela: uno trabaja por y para el público. Hay que observar las reacciones de los espectadores con detenimiento, como el surfista que busca la ola que le de impulso para elevarse a lo más alto. Sin duda alguna el público es una fuente constante de inspiración, enseñándote el camino a seguir, mostrándote que secuencias o actos has de conservar o eliminar de tu repertorio.
El éxito cosechado en Verona atrajo el interés de la compañía de circo contemporáneo Il grito, que le contrató. Durante todo un año recorrió el país transalpino representado la reprise del algodón de azúcar, que al cabo de unos meses sustituyó, con la llegada del verano, por un helado.
Sabotiga de bufons, una sala de Palma de Mallorca contrató, en 2007, el one man show de Baltabarín. Por aquel entonces, Sonrisa Médica —una asociación sin ánimo de lucro— le ofreció la dirección y durante un año lideró este proyecto de payasos que trabajan en hospitales públicos de las Islas Baleares.
A su vuelta a Barcelona pasó por uno de los peores momentos de su carrera. Encontró trabajo en el Teatro Llantiol, donde el sueño le dejaba la sala los martes, pero Juan Carlos tenía que encargarse de repartir la publicidad de su espectáculo. Llegado el momento de la función sólo venían a verla dos o tres personas. Entre esas espectadores estaban las propietarias de El Almacén quienes también creyeron en su talento y le ofrecieron su sala.
Decidió presentarse a un casting de Cirque du Soleil en Madrid en el que se congregaron doscientos aspirantes. Tenía tan solo dos minutos para demostrar su talento y presentó la rutina de la tumbona, que incluye en el repertorio de Gipsy Christmas. La propuesta gustó y quedó entre los tres finalistas. Al cabo de un tiempo le llamaron y viajó a Montreal para participar en el proceso de creación de Totem, dando vida a Valentino, un chulo italiano. Pasó de no tener nada a tener a su disposición todo lo que podía imaginar. Era como un sueño trabajar con el coreógrafo de Madonna y la diseñadora que hizo el vestuario de Matrix. Entre 2013 y 2014 recorrió Estados Unidos y Canadá con este show de Cirque du Soleil. Conforme pasaba el tiempo la ilusión inicial se fue desvaneciendo, convertiéndose en una rutina a la que decidió poner fin regresando a su país natal, donde dio rienda suelta a su creatividad.
El primer gran evento que creó fue el Festival Primavera Clown de Santiago de Chile, al que acudieron cerca de 100.000 espectadores en la cuarta y última edición que dirigió. Empezó a trabajar como director escénico de bandas musicales muy conocidas en su país como la Banda Conmoción y creó la compañía Le Fracàs Teatro y el espectáculo Todos los clowns se van al cielo. Esta obra de clown gestual se desarrolla en el interior de una capilla en la que una religiosa y un monaguillo reciben la visita de un cardenal del Vaticano, enfrentándose a situaciones que les harán cuestionar sus creencias.
En junio de 2016 participó en el Festival Internacional del Circo Golden Trick celebrado en Odessa (Ucrania). A continuación recorrió Chile, entre julio y diciembre de ese mismo año, aportando la comicidad del show Hadal, presentado en grandes pabellones deportivos por la cadena de Supermercados Jumbo. Poco después participó en la sexta edición del Festival Internacional de Circo Elefante de Oro celebrado en Figueres (Girona), donde ganaría el Premio Totó.
Desde hace años imparte sus enseñanzas, basadas en el error como fuerza interpretativa, en cursos organizados por su propia productora: Baltabarín Producciones, con sede en Barcelona.
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Un Mimo: Tuga
La presencia de los mimos en los circos es bastante inhabitual. El legendario Dimitri actuó en 1958 en la pista del Cirque Medrano haciendo pareja con el clown Maïss, a los que Pastis se uniría un año más tarde en el mismo circo parisino. Tres tournées con el Cirque Knie (1970, 1973 y 1979) y su estancia en Nueva York con el Big Apple Circus (1984) completan su experiencia circense. Rodolfo Alejandro Meneses Olivares, Tuga (08/03/1984) es lo opuesto al poético personaje representado por Dimitri: un camaleónico mimo de las mil caras que en un instante puede dejar de ser irreverente y descarado para convertirse en alguien tierno y entrañable.
Hasta la fecha la relación de Tuga con el circo es esporádica. Durante dos temporadas (2014 y 2015) se integró al elenco del Circo Jumbo, con el que recorrió Chile, Perú y Colombia. En octubre de 2018 ganó el premio Pista de Oro en la categoría de payasos en el VII Festival Internacional de Circo, encuentro organizado por el Sindicato de Artistas Circences de Chile, celebrado en el interior de la carpa del Circo Gigante de México, instalada en Maipú. Este galardón representó un punto de inflexión en su carrera, puesto que implicaba el reconocimiento a su trabajo por parte de las familias de circo tradicional chileno.
En febrero de 2019 participó en el Festival Internacional de Circo Elefante de Oro —Ciudad de Girona—, donde ganó dos premios especiales entregados por los circos Nikulin de Moscú y el Great Moscow State. Pocas semanas después, el 10 de marzo, actuó en una función especial en el Golden Circus instalado en Viña del Mar.
Rodolfo Meneses fue blanco de mooving en su época escolar, en la que los niños se burlaban de él diciéndole “cara de tortuga”. Años más tarde, para reírse de sí mismo, adoptó el nombre artístico de Tuga.
La calle ha sido su mejor escuela. Entre los países en los que Tuga ha trabajado se encuentra China, donde actuó en la feria del parque de Chaoyang en el marco de las celebraciones del Año Nuevo Lunar (2018). La observación de las reacciones de los espectadores le ha ayudado para crear un personaje único e irrepetible que no se parece a ningún otro. Tuga es un mimo con personalidad propia, imprevisible e inclasificable. Su larga trayectoria como mimo callejero le ha dotado de un sexto sentido que le permite adaptarse a cualquier circunstancia, siendo capaz de salirse del guión para improvisar cuando se presenta la posibilidad de hacer comicidad de una situación inesperada.
Rodolfo Meneses se convirtió en mimo por los avatares del destino. A los dieciséis años la encargada del supermercado en el que trabajaba le pidió que, para celebrar el día de la madre, se caracterizara de mimo y obsequiase a las clientas con una flor. A partir de este momento comenzó a experimentar hasta crear cinco años más tarde su propio personaje. Entre 2005 y 2007 combinó sus actuaciones callejeras en la ciudad de Valparaíso con su formación en la Escuela de Mimo Teatro de Buenos Aires, de Roberto Escobar e Igón Lerchundi.
En 2011 ganó en el Premio del Público del prestigioso Festival de Mimos en Périgueux, Francia. Un año más tarde recibió uno de los mayores reconocimientos que ha recibido en su vida. Se encontraba trabajando en calle de Madrid cuando Geraldine Chaplin –hija de Charlot– después de verle actuar le dejó una carta en la gorra y le confesó emocionada que “le recordaba mucho a su papá, que en mi actuación sintió como si su alma nos visitara”.
En mayo de 2015, con el espectáculo Con su permiso, ganó en Tenerife (Islas Canarias, España) el Gran Premio Mueca, entregado por la Red Eurolatinoamericana de Artes Escénicas (REDELAE)
Su figura inspiró al realizador el documental Tuga, Desorden en la Vía Pública (2016). El proyecto, financiado mediante una subcripción popular, surgió por la necesidad de revalorizar a los artistas callejeros. Claudio Martínez, director del documental, se ha convertido en un firme defensor de los artistas que trabajan en la calle:
«Quiero que la gente empiece a apreciar y respetar el arte callejero como un arte más. ¡No es el hermano pobre del teatro! Detrás de todo artista callejero hay decisión, rigor, trabajo y eterno aprendizaje. Quiero que la gente y las autoridades de este país se den cuenta de lo bien que los y las artistas callejeros hacen a las ciudades. Son sembradores de felicidad, pueden borrarte un mal día con una sola sonrisa. Me llama la atención que, por parte de la autoridad, no exista real motivo de prohibir un espectáculo callejero. ¿Porqué un evangélico puede predicar en la calle y un artista callejero no tiene el mismo derecho de intervenir la vía pública?».
Tuga ha sido detenido unas cuantas ocasiones por actuar en la calle. Una de sus anécdotas tienen a ver con su autodetención ocurrida cuando actuaba en el IV Festival del Circo y Artes Callejeras. Los carabineros detuvieron a un hombre, que estaba viéndole actuar junto a su hija de dos años de edad, por negarse a identificarse cuando el policía le ordenó que subiera a la vereda. Las protestas del público hizo que Tuga decidiera solidarizarse con los detenidos subiéndose al coche policial, siendo trasladado a la comisaría. Una vez allí todos ellos fueron puestos en libertad ante las protestas de los espectadores que se habían trasladado en masa para exigir su liberación.
El 9 y el 13 de septiembre de 2017 presentó Mis primeras cuatro estaciones en el Teatro Municipal de Santiago. La obra gira alrededor del encuentro de Tuga con Vivaldi, quien le muestra su creación haciéndole pasar por cada una de las estaciones.
Eduardo González “Chirola”: un legendario payaso chileno afincado en Quart por Ramon Bech i Batlle
Chirola, junto a sus compañeros Copucha y Cuchara, se hizo muy popular en Chile tras su apariciones televisivas en programas como Teleminimundo, con el que debutaron en 1969. Durante casi seis años consecutivos actuaron a diario en Éxito, programa animado por el Pollo Fuentes. La necesidad de presentar nuevas parodias hizo que versionaran todas las entradas clásicas así como cuentos infantiles, creando sus propias entradas basadas en la observación del comportamiento de los niños. La creatividad del trío posibilitaba la improvisación: sabían como empezaban y acababan una parodia, pero desconocian lo que sucedería en el desarrollo de la misma.
Con el paso de los años los programas infantiles fueron desapareciendo: su humor blanco, familiar y educativo dejó de estar al uso en televisión. Les propusieron adaptarse a los nuevos tiempos pero no aceptaron cambiar la esencia de su comicidad, negándose a darle tintes picantes y morbosos. Esta causa, unida al hecho de que los circos chilenos contaran con poco presupuesto para contratar atracciones ajenas a la familia, hizo que Chirolaemigrara, en 2001, a Quart (Girona), donde residía su hermana. De la noche a la mañana pasó del estrellato al anonimato, ganándose la vida como transportista de repostería. La nostalgia le embarga cuando se acuerda de la multitud de funciones benéficas en las que participó y los emails que recibe a diario de desconocidos mostrándole su cariño.
Su vida está llena de anécdotas, algunas de ellas relacionadas con Pinochet. El 19 de septiembre de 1973, día de las Fuerzas Armadas, pocos días después del golpe de estado que derrotó a Salvador Allende, emitieron en televisión una parodia en la que ridiculizaban los pasos militares, cuando de repente se interrumpió la emisión del programa. El dictador presenció una de sus actuaciones en una fiesta navideña celebrada en un cuartel militar. Representaban una entrada en la que Copucha disparaba a un globo, pero cuando éste sacó la pistola varios policías subieron al escenario armados con metralletas: ¡creyeron que el payaso iba a atentar contra Pinochet!.
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