Alejandra Jiménez: 25 años es el momento de un salto en la consolidación del arte circense en Chile

Cuando la actriz Alejandra Jiménez incursionó en el circo para preparar una obra no sospechaba que esta disciplina, desconocida para los chilenos hace 24 años, sería su proyecto profesional, social y de vida más importante. Hoy, lidera la ONG El Circo del Mundo que se encuentra en la antesala de cumplir un cuarto de siglo, instalado como un proyecto que ha sido vital para el desarrollo del nuevo circo en el país, reconocido transversalmente por el aporte a su profesionalización y la formación de artistas. Pero lo que mueve a esta mujer no es la luz de un escenario, es el brillo de unos ojitos en la pista de circo, sabiendo la dureza de la vida de quien los sostienen.

 

Por Rodrigo Chacón T.
Fotos: Esteban Garay

Una clase de circo, niños felices aprendiendo, niños y niñas protagonistas en una pista y familiares aplaudiéndolos son las escenas que cambiaron la vida de esta actriz de 52 años, cofundadora de El Circo del Mundo en 1995, una ONG que en abril cumplió 24 años de vida practicando, enseñando y promoviendo el circo en todos sus ámbitos dentro del país. Fue el inicio del nuevo circo en Chile, cuando sólo se desarrollaba dentro de las familias del circo tradicional.  Casi un cuarto de siglo después, han pasado por sus programas, contribuyendo en el desarrollo de más de 10 mil niños, niñas y jóvenes en Santiago y regiones, han creado una metodología de enseñanza de circo para el desarrollo de habilidades socioemocionales validado por el Banco Interamericano de Desarrollo – BID, han formado a 7 generaciones de artistas circenses que hoy son parte de la escena nacional de uno de los artes más vivos del país, que se practica por todo el territorio. Por eso para Alejandra Jiménez, actual directora ejecutiva de la institución, es un momento de consolidación, de buscar un sustento más estable para su desarrollo y también la posibilidad, en lo personal, de pensar en su futuro y comenzar a planear el traspaso de esta posta a otros.

Llegamos hasta Lo Prado donde se emplazan las dos carpas de El Circo del Mundo, junto a las pequeñas oficinas de madera donde funciona el quipo de esta ONG. En medio de llamadas y reuniones, es en una banca de colores en el patio, mientras trapecios y telas que aguardan a los artistas que entrenan para un espectáculo, el lugar donde conversamos con ella sobre sus proyectos, su historia en el teatro, el auto exilio y retorno a un Chile que no reconoció, los momentos tristes y las motivaciones que la llevaron a crear la primera escuela de circo en plena década de los noventa.

Alejandra Jiménez ha dedicado su vida al circo, a su desarrollo y profesionalización, pero su impulso movilizador desde niña fue el teatro.

¿Cuándo descubriste el teatro?
-Desde muy chica. No tengo recuerdos de haber pensado en hacer otra cosa. Tuve algún flash con servicio social o sociología en esa época, pero más que nada era algo a lo que me orientaba mi papá.

¿Tal vez querían que estudiaras una carrera más tradicional?
-No, mis papás me apoyaron siempre en mi decisión de ser actriz. No tuve ese rollo y nunca fue un tema…siempre dije teatro.

¿Qué te motivaba a ser actriz en un país en dictadura?
-Estábamos en plena dictadura y también me hacía mucho sentido en ese tiempo el arte como medio de comunicación y siempre hice teatro desde que estaba en el colegio San Gabriel. Había allí un grupo de teatro y me las arreglaba para estar siempre metida.

¿Cómo viviste la etapa universitaria?
-Nunca voy a olvidar los primeros días en la carrera porque fue un proceso muy complejo. La U. Católica estaba cerrada y la Chile abrió 20 vacantes para 450 personas que queríamos ingresar. Fue un examen súper duro como de una semana y donde nos maltrataron harto.

¿Qué tipo de maltrato?
-Las mujeres debíamos estar en calzón y sostén y pasaban unos tipos rayándonos la espalda y agarrándonos las charchas… y así iban sacando gente y dejándolas afuera. De esos 450, quedamos de inmediato 250 y los que eliminaban nunca se sabía si era por gordos, por flaca o por tener escoliosis… El caso es que quedamos la mitad y ahí empezamos a pasar pruebas de canto, danza, etcétera. Yo estuve una semana dando exámenes todas las mañanas. El último examen fue actuación. Recuerdo que me tocó una escena de El Principito con una chica. A mi compañera se le olvidó el texto y traté de salvar la situación haciendo parte del texto de ella. Nunca me olvidaré de un tipo llamado Juan Pablo Donoso que para molestar, comenzó a reírse de lo que hacíamos. La semana completa fue todo muy intimidante, incómodo y molesto.

¿Pero era aceptado ese trato en la época?
-Te estoy hablando del año 1984, una época difícil en plena dictadura y con un dictador en la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile que aceptaba eso y mucho más. Fue una semana conflictiva para mí también, porque no sabía si era ese el lugar donde quería estar, pero por otro lado, siempre quise estudiar en la Chile.

Mi padre comenzó a hablarme de la Escuela de Teatro Imagen, que dirigía Gustavo Meza, pero estaba muy enfocada en la universidad y esperé los resultados de mi postulación. Finalmente quedé de las segundas en lista de espera, pero no corrió nunca.  Fue terrible, me acuerdo que me fui muy mal a mi casa. Lloré como dos días, pero después mi papá me alentó, diciendo que de seguro no terminaba ni el primer semestre en esa universidad.

Después de la pena, Giselle, una compañera que al igual que yo quería estudiar teatro, me habló también de la Escuela de Teatro Imagen donde ella ya estaba inscrita. Me sequé las lágrimas y partí, allá me encontré con Jacqueline, una amiga con la que juntas esperamos que corriera la lista de espera en “la Chile”. Con Jacqueline me encontré en la Escuela de Gustavo Meza y fue muy reivindicador y bonito. Hasta el día de hoy somos muy amigas.

En el Teatro Imagen era otra cosa, otro trato, por ejemplo Malucha Pinto me hacía danza, Gustavo Meza, actuación y para el ingreso tuvimos que preparar un acto de “Las tres marías y una rosa” con una semana completa para hacerlo.

Entré y al poco tiempo me di cuenta que los profesores eran los mismos de “La Chile” y que por razones obvias no estaban allí, pero eran los mejores. Me puse muy contenta, además mi papá tenía toda la razón, probablemente me habrían echado al final del semestre porque ya estaba en política y la universidad era para mi un frente de lucha. Eso fue lo único que me desmotivó un poco de la Escuela de Gustavo Meza, porque era una escuela chiquitita y no me iba a poner a pelear con Gustavo… (Ríe).

Fue una experiencia muy bonita porque con mis compañeros armamos una agrupación de estudiantes de teatro de todas las escuelas que habían en Santiago , nos aliamos con el Sindicato de Actores, del cual soy parte hasta hoy, igual que del Sidarte (Sindicato de Actores de Chile). Al final agradecí no haber quedado en la universidad, de lo contrario no habría conocido a la generación de actores que conocí, los que hasta hoy son mis amigos.

¿Qué te marcó en ese período?
-Mis profesores Gustavo Meza, Patricio Bunster, Lucho Advis, Coca Rudolphy, Malucha Pinto, quien fue mi primera profesora de movimiento y fue súper importante. Ella confió en mí y en mi amiga Jacqueline. Malucha hacía un taller de teatro en La Legua y un día nos pidió que la reemplazáramos, aunque nunca habíamos hecho clases. Recuerdo que nos prestó su auto, un  escarabajo (volkswagen) y en él partíamos a hacer clases a La Legua. Estábamos en primer año de teatro, por lo tanto para nosotras era algo muy relevante. Eran clases voluntarias, en un espacio combativo y siempre le voy a agradecer ese voto de confianza. Nunca le he preguntado por qué confió en dos cabras chicas como nosotros para hacer un trabajo tan importante.

Tuviste que irte de Chile, te buscaban
-Me había casado con una persona que estaba en Suecia y el plan era que una vez terminada la escuela yo me iría para allá, pero en 1987 hubo una amenaza de muerte a los actores y actrices de Chile. Hicieron una lista de nombres entre los que estaba el mío, por ser dirigente de la agrupación de estudiantes de teatro junto a Gonzalo Meza. Recibíamos cartas anónimas, seguimientos a nosotros y familias, palomas degolladas en el camino, etcétera. Un día nos detuvieron y fue horrible, nos hicieron creer que el otro estaba muerto. Estuvimos todo el día cada uno en un cuartel y al final del día nos soltaron. Cuando salimos, nos juntamos ya era de noche. Estábamos en Providencia. Recuerdo que nos fuimos de la mano caminando a las 11 de la noche. Nunca voy a olvidar ese momento…pensaba que en cualquier instante nos iban a disparar. Por suerte no pasó nada y llegamos a casa, pero claramente eso gatilló la decisión de irme del país.

 Te fuiste a Suecia… ¿cómo fue todo allí?
-Afortunadamente caí muy bien parada allá, Gustavo Meza tenía un amigo en Suecia que tenía un teatro hispano. Lo llamé apenas llegué y al lunes siguiente había una audición para la obra “Ardiente Paciencia”, audicioné, quedé y partí trabajando de inmediato. Yo iba con todos mis papeles legales y en regla y eso ayudó mucho también. Estuve cuatro años viviendo en Estocolmo y regresé en 1991. 

Y cómo pasaste de ese compromiso y amor por el teatro al circo
-Todo fue una hermosa casualidad. No fue una idea mía ni de nadie en particular. Cuando volví a Chile en democracia, me desilusioné mucho, todo lo que había soñado que sería el arte en democracia, no lo veía por ninguna parte, no se trabajaba con la gente y sentía que había un vacío. Yo egresé de la escuela de teatro con un espectáculo de pantomimas y tiempo después, la remontamos para el Festival de Teatro de las Naciones, intentando hacer circo de verdad. Me preparé en serio, con profesores de circo como Carlos Cárdenas, que es uno de los trapecistas más importante del país, de quien aprendí todo.

¿Y cuándo partió todo?
-Fue en esa época que un amigo mío, Bartolomé Silva trabajaba en el Canelo de Nos a cargo de una escuela de teatro, la que después se termina y prosigue luego como un proyecto piloto de circo, en conjunto con Cirque du Soleil.Recuerdo que partimosun lunes de abril. Nadie sabía mucho de qué se trataba, y yo por mi parte me reencontraba con algo que había dejado stand by. Iba más bien con una expectativa personal y no con la expectativa de lo que es el circo hoy. Pasaron los días y por esas cosas de la vida, en las noticias veo que entrevistan a Marcelo Zapata, director del Sename de la época, explicando los problemas que tenía con algunos Centros Abiertos Diurnos (espacios de cuidados para niños y niñas después del colegio mientras sus madres trabajaban)

Fue en ese momento en que me doy cuenta que es allí donde tenemos que apuntar y al día siguiente me fui a hablar con Zapata para explicarle que nos encontrábamos buscando alternativas para llevar a cabo un trabajo voluntario que se nos requería para nuestro plan de capacitación y que contara con nosotros. Le gustó el proyecto y me contactó con la persona encargada de los centros. De esta forma, todos los que hacíamos este taller nos fuimos a hacer circo al cordón más pobre de Santiago, que incluía las comunas de Puente Alto, Renca, Colina y Pedro Aguirre Cerda entre otras. Así partió todo, al final de los talleres nos conseguimos una carpa en el Canelo de Nos donde actuaron más de 200 niños y más de mil personas de público. Ahí nos dimos cuenta que teníamos algo poderoso en nuestras manos y que había que empezar a organizarlo.

Empezamos demanera muy natural, todos hacíamos de todo, tomado los roles en los que cada uno consideraba que podía aportar de mejor forma.


¿Cómo recuerdas ese primer contacto con niños del Sename?
-A mí me tocó un centro de Puente Alto. Fue duro, eran chicos muy dañados y que venían de un entrono de mucha violencia, pero yo tenía experiencia haciendo clases desde la época en que la Malucha (Pinto) nos encargaba sus reemplazos y eso me ayudó. Vi que pasaba algo bien especial, porque a pesar de que los niños venían de lugares y entornos violentos, algo les sucedía cuando llegaban al circo, se calmaban, estaban atentos, querían aprender cosas y se controlaban. Nos dimos cuentas que el circo tenía algo distinto, algo muy mediático, que no sucede con las otras artes escénicas. Tú pones un cartelito ofreciendo clases de circo y llegaban 50 cabros y no se iban más de 10. A los niños les gusta porque el circo tiene esa cosa que atrapa a la gente, cercanía con el juego, la concentración y la adrenalina.

¿Tú hiciste circo?
-Sí, pero nunca he actuado… cuando parte este proyecto ya tenía casi 30 años y no estaba en edad  como para ser una artista de circo. En los primeros años hice los talleres de circo a los niños y niñas y puedo dar una clase de trapecio y acrobacia. Con el tiempo y el crecimiento de El Circo del Mundo, cada uno fue tomado un rol y el mío fue dedicarme a la gestión.

¿Qué es lo que más te emociona del circo?
-Lo que más me emociona es cuando veo a alguien que está brillando en el escenario sabiendo  que al mismo tiempo tiene una vida dura, triste y violenta. Cuando veo a esos chicos o chicas sobreponerse a su vida a través de lo que están haciendo en la pista y recibir la ovación del público haciendo un salto mortal y desafiando de esa forma a la vida, es lo que más me atrapa de todo esto que hacemos. Es siempre recibir el mensaje de que se puede, que si esa persona puede, cualquiera puede levantarse.

¿Y qué no te gusta tanto?
-Bueno el tema de la seguridad es para mí una preocupación permanente. La seguridad de los artistas, los niños, los profesores, que los aparatos estén siempre ok… es una pesadilla. Es siempre un tema pendiente y como Circo del Mundo lo tratamos de mitigar de todas las maneras posibles, pero en el circo, a pear de todas las precauciones, estamos siempre expuestos a un accidente. Espero que nunca suceda, pero el circo es riesgo y hay que estar permanentemente alerta. Es esa la parte que no me gusta del circo, pero es parte del circo el aprender a convivir con ese riesgo.

¿Te gustaría ser parte de algún espectáculo, estar en la pista?
-No, prefiero estar en un escenario de teatro. Nunca me llamó la atención estar en la pista como artista de circo y cuando estuve lo hice al calor de un contenido teatral. Debe ser que cuando se gesta este proyecto, siempre estuve del otro lado, coordinando y dirigiendo. Fue una decisión quedarme de ese lado del trabajo de circo.

¿De los 24 años que cumplió El Circo del Mundo, qué momentos te han marcado?
-Hay varios. Me marcó mucho el primer Encuentro de Circo Social, que para mí y para todos los que somos parte de esto, fue lo que gatilló la construcción del Circo del Mundo hasta hoy. Otra cosa que me marcó de sobremanera fue sin duda el suicidio de una niña que participaba en un programa nuestro.Ahí sentí que todo falló. Falló el sistema judicial, falló la escuela, falló la familia y fallamos nosotros.

¿Cuándo fue eso?
-Hace muchos años, era una niña de 14 años que estaba con nosotros desde chiquitita en la “Mini compañía”, un programa de continuidad de los talleres de circo. Había sido separada de su familia por maltrato y estaba viviendo en una de estas casas de acogida donde viven varios niños. Ella estaba muy contenta con eso, iba al colegio, después se iba al circo en la semana y los sábados. Así estuvo muy bien durante un año, pero resulta que un juez determinó de que ella debía regresar a su hogar, pero ella no quería porque la trataban mal, le pegaban. Además, su mamá no quería que viniera al circo porque fuimos nosotros los que pusimos la alarma ante las autoridades. Ella tuvo que acceder contra su voluntad, un día vino a conversar conmigo y le dije que tenía que tener paciencia y tratamos de aconsejarla. Al día siguiente me dijeron que se había quitado la vida. Se me pone la piel de gallina ahora que me acuerdo de ella.

¿Qué te enseñó eso?
-Entre otras cosas, que esto no se puede hacer solo. Hay que trabajar en red y coordinados, porque cuando un niño está muy dañado, no lo salva ni el circo ni nadie más que la misma sociedad, es un trabajo de muchos actores. Estamos cumpliendo 24 años y al principio uno quiere hacer todo, salvar todo y luego uno se da cuenta que no se puede todo y debemos enfocarnos en las cosas que realmente podemos hacer y bien, con quiénes podemos trabajar y con quiénes no. Por ejemplo no podemos trabajar con jóvenes con problemas de droga, porque nuestro trabajo es relevante en la prevención, pero no tenemos las herramientas para rehabilitar. 

¿Qué otra cosa te ha marcado?
-Varias otras cosas como el primer espectáculo nuestro que fue ZirkoZita en el año 1998, llevábamos pocos años de vida y ya habíamos sido capaces de una propuesta escénica concreta, que además fue el primer espectáculo circense realizado en Chile, dirigido por uno de los cofundadores del Circo del Mundo, Alain Veilleux. Ese estreno fue súper potente porque sentí que estábamos en un ámbito social y artístico relevante para nuestro país recorriendo Chile. También recuerdo SubZirko, el espectáculo de egreso de la primera generación de la Escuela de Artes Circenses, el que este año vamos a reestrenar. Ese espectáculo me marcó, fue un momento precioso y significativo para todos.

¿Echas de menos el teatro?
-A veces… cada tanto me da nostalgia y he intentado hacerlo también, pero  tengo muy poco tiempo. El circo es un lugar súper absorbente en términos de tiempo. Nunca alcanzo a llegar a las clases de Flamenco que me matriculo o a la clase de yoga, etc. Es así, pero lo tengo asumido pues es una elección. Decidí quedarme en este  espacio porque se conjugaban muchas cosas importantes para mí como lo artístico, lo creativo, lo político y lo social. Siempre estuve en tres instancias en mi vida. Cuando estudiaba estaba en la escuela, en un partido político y un frente social. Y en el Circo del Mundo se conjuga todo eso. Pero sí, como tú dices, me dan ganas de vez en cuando de reencontrarme con el teatro.

 ¿Y hay proyectos?
-Tengo en mente algún proyecto, que de concretarlo sería un regalo para mí.

¿Desde la actuación?
-Sí, desde la actuación. Subir al escenario y actuar. Nada de gestión…pero si ya no hago trámites ni para mí.

¿Te imaginas sin el circo?
-En la antesala de que El Circo del Mundo cumpla 25 años, momento muy importante porque se trata de la consolidación de un proyecto que debe encararlos con pilares más sólidos, siento que nunca me voy a ir del circo porque lo amo y es una familia, pero me gustaría estar de otra forma, quizá en su directorio y aportar desde allí en cosas puntuales. No se trata de dejarlo, pero sí de entregar la posta y que otras personas se vayan haciendo cargo. Siento que se ha formado un equipo maravilloso y es algo que debemos comenzar a conversar.
En lo personal, pensarme fuera del circo no es algo que tenga claro. Me encantaría hacer teatro y seguramente por ahí están mis inquietudes. Hoy me llena de orgullo saber que muchos de los que hoy están a cargo del circo partieron con nosotros desde pequeños y son justamente ellos los encargados de tomar la posta, ya lo hacen y muy bien.

 

Print Friendly, PDF & Email

Implementado por id1®